El suelo bajo las criaturas tembló cuando Llyniel invocó agudas estacas de roca y escombros, lanzándolos todos hacia la amenaza que se acercaba. Mientras lanzaba sus explosiones de tierra, Nala se convirtió en un borrón de movimiento.
Con una ráfaga de velocidad, se disparó hacia adelante como una bala, su espada brillando en la luz. Inconsciente del peligro inminente, la criatura más cercana cayó víctima del asalto rápido como un relámpago de Nala.
Su afilada hoja cortó a la criatura, partiendo a esta por la mitad con facilidad. Sangre negra y viscosa como alquitrán se derramó sobre el suelo cubierto de basura mientras el enemigo derrotado se desplomaba con un golpe sordo. Sin embargo, el triunfo duró poco.
En un abrir y cerrar de ojos, otra criatura surgió de las sombras, tomando el lugar de la caída. Sus ojos rojos brillaban con una malevolencia de otro mundo y sus garras se flexionaban con ansias. Nala, sin inmutarse por ellos, se centró en la nueva amenaza.