A medida que el grupo llegaba a la entrada, no había nada a la vista. Sin embargo, Archer les hizo señas para que se escondieran. Observaron manchas de sangre que conducían a la cueva. Mientras observaban, dos Kobolds emergieron de las sombras.
Los ojos de Archer se abrieron de par en par cuando puso la vista en un Kobold y les prestó más atención en lugar de matarlos de inmediato como antes. La criatura media alrededor de tres pies de altura, con una piel escamosa y reptiliana que brillaba en tonos de marrones y verdes terrosos.
Sus grandes orejas puntiagudas temblaban nerviosamente y un par de ojos brillantes e inteligentes observaban el entorno con curiosidad y cautela. La esbelta figura del Kobold se movía ágilmente, empuñando un arma improvisada —una lanza tosca hecha de materiales recogidos.
Los ojos de Archer se estrecharon mientras contemplaba su estrategia para atraer a los Kobolds. Dirigiéndose a la chica león con un brillo travieso, preguntó: