—¿Han terminado ustedes dos? —preguntó con una sonrisa.
Archer asintió antes de apilar los platos de vuelta en los carros mientras la mujer llamaba a ayuda, y unos jóvenes hombres vinieron.
Nala despertó y ayudó un poco ya que estaba lenta por toda la comida que comió, lo cual hizo reír a Archer.
Después de hacer eso, los camareros empujaron los carros y una vez que se fueron, la mujer mayor apareció con la cuenta y la puso en la mesa.
Él la recogió, vio el precio de ochenta monedas de oro y las entregó antes de levantarse.
Los dos salieron del restaurante y empezaron a pasear por los muelles. Escuchaban los sonidos rítmicos de las olas chocando contra los barcos, y el murmullo lejano de los marineros llenaba el aire.
Mientras caminaban, observaban la actividad bulliciosa de los barcos siendo cargados y descargados de mercancía.