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Las carrozas pasaron por la puerta sin ningún problema, y las chicas comenzaron a despertar una por una. Archer se recostó en el asiento mullido de la carroza, sintiendo el suave balanceo mientras los caballos trotaban por el camino empedrado.
La curiosidad se encendió en Archer mientras miraba por la ventana, cautivado por los distantes murmullos de una ciudad vibrante. A medida que se acercaban, las colinas ondulantes revelaban una vista impresionante.
Al doblar una curva, Archer se sumergió en una escena que recordaba a la antigua Grecia. La ciudad se extendía ante él, su arquitectura era un testimonio de la grandeza y el arte de una era pasada. Columnas de mármol se elevaban orgullosamente, adornadas con intrincados grabados de figuras míticas.