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Después de saquear el campamento de los bandidos y apoderarse de sus monedas, Archer se adentró más en la Jungla Aullante.
Pasó horas escudriñando la jungla, confiando en su Detector de Aura para descubrir a los esquivos bandidos.
En el camino, Archer se encontró con comerciantes y soldados que, al reconocerlo, expresaron gratitud y ofrecieron buenos deseos.
Eventualmente, tropezó con un gran campamento de bandidos al pie de las formidables Montañas Sombragrís.
Aproximadamente doscientos bandidos holgazaneaban, entregándose a la cerveza y vagando sin rumbo.
Incluso desde el árbol en el que se posaba, podía oler el aroma de la cerveza subiendo. Continuó observando a los bandidos, notando que solo unos pocos guardias vigilaban el campamento.
Con la menguante tarde avanzada, Archer sabía que Teuila y Ella probablemente llegarían en unas pocas horas.