Minjun se recostó en el marco de la puerta, con los brazos cruzados y los ojos entrecerrados, mientras Lena intentaba buscar las palabras adecuadas.
La habitación se sumió en el silencio, dejando solo el leve zumbido del aire acondicionado en el fondo. Ella se enfrentó a él, tratando de recomponerse después de la escena vergonzosa.
—¿Qué haces aquí? —preguntó Lena, con una voz más aguda de lo que pretendía.
Minjun abrió un ojo, con una sonrisilla asomando en la esquina de sus labios. —¿Ya es seguro mirar? —bromeó.
Lena se sonrojó, la vergüenza aún fresca en su mente.
—Los guardias dijeron que estabas en casa. No me saludaste —dijo Minjun—. Así que vine aquí para confirmarlo por mí mismo.
—Estaba cansada, hijo —dijo Lena, mintiendo como una descarada.
Las probabilidades de que el canal cayera en eso, entre todas las posibilidades… Lena no podía creer su suerte o la falta de ella.