Hacía frío.
El tipo de frío que penetraba hasta lo más profundo de los huesos.
June no podía abrir los ojos. Sin embargo, podía oír una hermosa melodía a lo lejos.
Sus cejas se fruncían mientras dormía.
—¿Realmente morí? —murmuró.
El canto continuaba y el frío se intensificaba.
—Hace frío —susurró—. Parece que estoy en el cielo —sonrió.
A pesar de todos los pecados que había cometido, ¡las deidades realmente le habían permitido la oportunidad de ir al cielo!
Ahora, parecía que morir no era tan malo.
Olfateó el aire y olió un delicioso aroma, el de un pastel fresco en el horno.
Una pequeña sonrisa apareció en sus labios. —Pastel —musitó.
Hacía tiempo que no comía ese horneado.
—June —dijo la voz de una mujer.
Las cejas de June se fruncieron. —¿Dios? —preguntó.
—Debe estar loco —murmuró ella, dejando a June aún más confundido.
Así que dios en realidad era una mujer, ¿eh?
—¡Despierta, idiota!
Con los ojos cerrados, las cejas de June se levantaron sorprendido.
