La evolución era impulsada por la selección natural, para favorecer organismos que puedan maximizar su eficiencia energética. Esta optimización ocurre a través de diversas adaptaciones biológicas que mejora la capacidad del organismo para obtener, utilizar y conservar energía. Los organismos que pueden obtener más energía de su entorno o usar la energía de manera más eficiente tienen una ventaja competitiva, lo que les permite sobrevivir y reproducirse con más éxito.
Los animales han evolucionado adaptaciones fisiológicas y comportamentales para conservar energía cuando es necesario, como la hibernación, el letargo o tasas metabólicas reducidas durante períodos de escasez. De manera similar, el cuerpo humano ha evolucionado para asignar energía de manera eficiente a funciones esenciales mientras minimiza el desperdicio.