—Oh, Alex… ¿No vendrás conmigo un segundo? —Al darse cuenta de que era nada menos que su empleadora, Alex suspiró antes de girarse para ver a Hee-Young mirándolo con una mirada casi sádica. Curioso por saber qué tenía reservado para él, Alex sonrió antes de asentir con la cabeza y seguir a la mujer.
—Claro… ¿Por qué no? —Alex siguió a Hee-Young hasta una habitación, donde ella cerró las puertas detrás de él. La habitación no era como ninguna otra en la que Alex hubiera puesto pie. Y si no supiera más, podría considerarla una estación de monitoreo federal. Después de todo, había una docena o más de pantallas mostrando todo tipo de imágenes y videos, así como pedazos de tecnología que Alex no podía identificar, ni si su vida dependiera de ello.