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Alex era como una máquina bien engrasada, su corazón bombeaba sangre a cada pulgada de su cuerpo, y estaba trabajando más duro de lo habitual debido a las extenuantes dos rondas de combate en las que acababa de participar. Sin duda el hombre estaba sudando, pero estaba lejos de estar exhausto.
Su cardio, quizás potenciado por su habilidad [Íncubo] que le permitía participar en relaciones sexuales por más tiempo que cualquier hombre ordinario, y así, de alguna manera, aumentar su resistencia a niveles sobrehumanos, era algo desalentador de presenciar. Al menos desde la perspectiva de Ismael, quien, a pesar de su desempeño habitual, estaba sin aliento mientras se sentaba en el taburete, agotado más allá de toda comprensión.
El rincón del hombre le gritó —diciéndole que necesitaba terminar con Alex en la tercera ronda. Porque si no, la pelea terminaría con su derrota—. Y aunque Ismael también lo sabía, simplemente no podía entender cómo lograría tal cosa.