Después de dejar la proverbial guarida del león, Alex se encontró sudando profusamente. Nunca había estado en una situación tan precaria en ninguna de sus dos vidas. Su primera vida fue bastante mundana. Había trabajado duro para amasar una pequeña fortuna a la edad de treinta y pasaba todo su tiempo libre durmiendo con mujeres hermosas.
En esta vida, era aún más fácil. Tenía muchas mujeres hermosas a su lado y pasaba su tiempo libre luchando para ganarse la vida. Su fortuna y todo lo que poseía era resultado del sistema que se lo dio, o de haberlo heredado.
¿Pero ahora le pedían convertirse en un sicario para el cartel? Eso no era exactamente lo que Alex tenía en mente cuando entró a este mundo por primera vez. Claro, era bueno con una pistola y era un experto en combate mano a mano. También le faltaba una brújula moral en general, y podía apretar el gatillo sin sentir remordimiento. Pero la vida de un sicario era corta.