—Sabes que si vas a tocarme el culo, entonces no te sorprendas cuando yo haga lo mismo —dijo ella.
—¿Ah, sí? ¿Y quién dice que no me gusta eso? —respondió Alex, metiendo más los dedos en su trasero antes de responder a sus palabras juguetonas con las suyas propias.
—Tienes suerte de ser guapo... Si fueras cualquier otra persona, ¡te habría roto los dedos por pasarte de la raya! —le regañó Vanessa, soltándose del agarre de Alex y sentándose en su mesa habitual.
—¿Entrenamiento tarde en la noche? Ni siquiera tuviste la oportunidad de ducharte, ¿verdad? —bromeó Alex, sentándose frente a la mujer y avisando al camarero para que trajera su pedido habitual.