Con los subhumanos fuera, Ali, cubriendo la retaguardia, se convirtió en el blanco de todos.
Independientemente de los objetivos de los atacantes, se asumía que no querrían un elemento incontrolable en la escena.
Era hora de que Ali empezara a buscar una salida.
Aún en silencio, la figura era como un auténtico mudo, no hacía ningún ruido en absoluto, solo se agachaba una vez más, preparándose para saltar como un depredador felino.
—¡En el instante en que el maná estalló, ambas figuras desaparecieron simultáneamente!
La punta de la espada cortaba el aire dejando una estela blanca, mientras que la hoja de la figura dividía el aire, dejando tras de sí remolinos vorticiosos.
El oponente poseía una velocidad casi definitiva, pero Ali era igualmente rápida.
Una tempestad explotó, barriendo instantáneamente la pequeña cabaña, las frágiles paredes de madera gemían bajo la tensión a punto de romperse, pero finalmente sucumbían a la destrucción.