Al día siguiente, Margaret y Howard pasearon por el jardín.
Margaret mencionó que Ana no había estado visitando mucho el Castillo de Fernsouth últimamente, permaneciendo en su lugar en su propio dominio.
Howard se encogió de hombros, insinuando que un señor no puede mandar dónde residen sus vasallos durante tiempos de paz.
Margaret aclaró que no quería que Howard ordenara a Ana, pero recientemente se había sentido un poco extraña y sola.
Se preocupaba si había sido demasiado dura al forzar a Ana a buscar alianzas con las familias Katerina y Valuva, temiendo que Ana pudiera guardarle rencor.
Howard no estaba del todo seguro, pero trató de tranquilizar a Margaret, diciendo:
—No te preocupes, Ana no lo tomará a mal.
Llegaron a un pequeño pabellón y se sentaron en bancos de piedra.
Howard reflexionó sobre cómo el entorno aquí era mucho mejor que en el Pueblo Safa, haciéndole darse cuenta de las dificultades de su infancia.