—¡Ay! Está tan oscuro aquí —exclamó alguien.
—¿Alguien tiene una antorcha? —preguntó otro.
—Dios mío, la mazmorra se siente tan siniestra. ¿Hay fantasmas aquí? —voceó un tercero.
Exclamaciones de sorpresa resonaron.
Siendo la primera vez de los estudiantes en una mazmorra, la ansiedad era palpable, incluso en el rostro de Carlos Bartel.
Afortunadamente, los guardias que los acompañaban fueron rápidos en tranquilizarlos:
—No hay por qué preocuparse. Dentro de la mazmorra de la Cueva de Murciélagos, solo hay varios tipos de murciélagos. No hay espectros ni fantasmas —aseguró uno de los guardias.
Otro guardia, anticipándose a la oscuridad de la mazmorra, sacó rápidamente una antorcha de su bolsa de almacenamiento.
Al golpear la piedra de mechero, la antorcha se encendió, emitiendo un resplandor a su alrededor.
Abby rápidamente se acercó a Howard, mientras los otros estudiantes se agrupaban juntos, en alerta máxima.
Un guardia aconsejó: