Ambos se movían a velocidades irreales.
Cada plataforma flotante en la que aterrizaban se desmoronaba bajo la fuerza de sus movimientos, la arena retumbaba con cada impacto mientras se desplazaban de una plataforma en ruinas a la siguiente, dejando devastación a su paso.
Sin embargo, Atticus pronto lo sintió. Estaba siendo abrumado. Esto era por una razón: Cario había abandonado todas las formas de defensa.
Sus ataques se volvieron implacables, golpeando desde cada ángulo con una intensidad feroz.
No importaba cuán rápido se moviera Atticus o cuán precisamente su espada cortara el aire, cada golpe simplemente atravesaba el cuerpo de Cario, como si fuera un fantasma.
El dolor llegó después. Los golpes de Cario caían sobre Atticus, desgarrando su carne, pero su exotraje reaccionó instantáneamente, extrayendo mana del aire y curando sus heridas a una velocidad vertiginosa.
Lo alimentaba, manteniéndolo en pie y en movimiento, pero no era suficiente.