—Estoy listo cuando tú lo estés —dijo Atticus con calma.
La mirada de Amara se estrechó, su corazón latiendo fuertemente en su pecho. Atticus básicamente acababa de invitarla a hacer el primer movimiento.
Normalmente, un chico de 16 años diciéndole a una luchadora veterana, bien entrada en sus 30, que ataque primero durante un entrenamiento sería considerado un insulto. Sin embargo, Amara no sentía ni una pizca de eso.
—¿Qué demonios...? Su corazón estaba acelerado, y trataba de descubrir por qué. Luego lo entendió.
—Ah... él dejó de restringir su aura.
Esa abrumadora y mortal aura, la misma que todos habían sentido cuando Atticus entró en la aeronave después de salir del abismo, ahora era palpable. Ya que estaban a punto de luchar, no tenía razón para seguir restringiéndola.
¿Un chico de 16 años? ¡Parecía increíble! Atticus ni siquiera parecía cualquier treintañero que ella hubiera conocido.
Amara respiró hondo, calmándose. No iba a flaquear aquí.