En una cámara escasamente iluminada, se desplegaba una escena de tormento. Un hombre estaba atado a una silla, sus angustiados gemidos resonando en las frías paredes metálicas mientras la mujer frente a él lo sometía a sufrimientos indecibles.
Con una cascada de cabello blanco cayendo sobre sus hombros, ella exudaba un aura de belleza etérea, contrastada por la malevolencia que danzaba en su mirada. Su forma estaba bien proporcionada, un contraste marcado con la malevolencia que sus acciones transmitían.
En este perturbador cuadro entró otra figura, un hombre cuyo comportamiento estaba marcado por el respeto y la deferencia.
—Señora Lyanna —la dirigió, sus palabras cuidadosas y medidas—. El Maestro Magnus ha convocado a una reunión familiar y la asistencia es obligatoria.
Mientras el hombre hablaba, el enfoque de Lyanna se desplazó de su víctima al recién llegado. Su mirada se clavó en él con una intensidad escalofriante, causando un escalofrío involuntario que bajaba por su columna. Una palpable sensación de inquietud se asentó sobre él al darse cuenta del alcance de su poder y el aura gélida que irradiaba.
«¡Aterrador!», pensó, su voz interior teñida de una mezcla de aprehensión y asombro. La mirada de la mujer lo mantenía cautivo, su presencia abrumadora. Lyanna, la enigmática líder del Nexo Silente, siempre había sido una figura envuelta en un aura de fría calculación.
Cada movimiento suyo era deliberado, sus acciones un reflejo de su meticulosa planificación y previsión estratégica. Sin embargo, el tormento que había infligido parecía haber desenterrado un lado de ella que era a la vez escalofriante y cautivador.
Con un gesto de despedida, Lyanna indicó al hombre que se marchara, su atención volviendo a su siniestra labor.
El tiempo pasó, y finalmente, Lyanna emergió de la habitación, una sonrisa siniestra jugueteando en sus labios. Su frialdad anterior se había transformado en una anticipación casi alegre. —Finalmente —murmuró para sí misma, su voz cargando una nota de emoción—. Las cosas se van a poner interesantes por aquí.
***
En medio de un elegante comedor, el suave murmullo de las conversaciones familiares llenaba el aire mientras Nathan, un hombre de gentil redondez y una corona de cabello blanco, disfrutaba del almuerzo con sus seres queridos.
En medio de esta escena idílica, una sombra cruzó su rostro mientras su mayordomo se inclinaba discretamente, susurrando noticias sobre una reunión familiar. La expresión de Nathan cambió imperceptiblemente, un fugaz vislumbre de preocupación que rápidamente enmascaró tras una sonrisa educada.
—Gracias, Ren —murmuró, su tono una mezcla cuidadosa de gratitud y compostura. Con una inclinación elegante, el mayordomo se retiró, dejando a Nathan navegar el repentino cambio de atmósfera con aplomo.
Mientras sus familiares dirigían sus miradas hacia él, curiosidad grabada en sus rostros, la esposa de Nathan expresó su preocupación.
—¿Está todo bien, querido? —preguntó, con un dejo de preocupación en su voz.
La sonrisa de Nathan se mantuvo fija mientras la tranquilizaba, sus ojos encontrándose con los de ella con una mirada reconfortante.
—No hay nada de qué preocuparse, amor mío —respondió, su voz llevando un tono tranquilizador.
—Las cosas están a punto de complicarse —un pensamiento más sombrío resonaba en su cabeza. Como jefe del Consorcio Ravencrest, la previsión de Nathan le permitía reconocer las ondas de cambio que esta inesperada reunión familiar indudablemente traería.
Con un último sorbo de su vino, Nathan se tomó un momento para componerse, sus pensamientos un torbellino de preparación y contemplación.
***
En medio de las sombrías secuelas de un campo de batalla, una figura solitaria se erigía como un faro de poder y devastación. Los cuerpos sin vida esparcidos a su alrededor eran un testimonio escalofriante de su proeza. Su robusta figura exudaba una autoridad de aire, y su cabello blanco contrastaba agudamente con su atuendo impecablemente limpio, una contradicción impactante con la carnicería que lo rodeaba.
Un hombre se materializó frente a él, una ocurrencia que el de rango de Gran Maestro reconoció con un aire despreocupado. La voz del de rango de Gran Maestro resonaba con poder al hablar, reflejo de su estatus exaltado.
—Eco, ¿espero que nadie haya escapado? —su pregunta recibió una respuesta sucinta.
—No, Maestro Sirius —respondió el hombre, su tono neutro y eficiente.
—Hay un mensaje de casa, maestro —indicó Eco.
Con la curiosidad de Sirius avivada.
—Oh, ¿cuál es? —preguntó.
Al transmitirle Eco las noticias sobre la muerte de Ariel y la reunión familiar convocada por Magnus, la reacción de Sirius fue visceral. Una oleada de ira se extendió por él, sus rasgos contorsionándose en indignación.
—¿Ariel fue asesinada? —siseó, su voz impregnada de una potente mezcla de incredulidad y furia. El pensamiento de que alguien se atrevería a desafiar a la familia Ravenstein encendió una ira ardiente dentro de él.
Sus siguientes palabras fueron decisivas, resonando con una finalidad escalofriante.
—Nos retiramos —declaró, su tono destilando veneno.
La implicación era clara: aquellos responsables de la muerte de Ariel enfrentarían la ira de los Ravensteins. Su palabra lleva peso, ya que este hombre es el jefe de la Vanguardia Raven, Sirius Ravenstein.
Simultáneamente, la onda de consecuencias se esparcía a través de otros lugares, reflejando la decisión de Sirius. La mismísima base del poder e influencia temblaba mientras diferentes Ravensteins emergían de dondequiera que estuvieran.
El paisaje de su mundo estaba dispuesto a cambiar, y las vidas de incontables individuos se verían irrevocablemente alteradas por las decisiones tomadas en esa fatídica reunión familiar.