—Ahora que todos han llegado a la mitad de las pruebas, es hora de la tercera prueba de la torre. Les deseo a todos buena suerte —dijo la Faerio, sacando su diminuto bastón de estrellas y trazando una puerta rúnica en el aire.
Instantáneamente, un vórtice se abrió una vez más, y todos los otros mundanos restantes se vertieron en él uno por uno, incluido Zeras.
Todo el mundo pareció detenerse por un momento antes de que Zeras sintiera de nuevo sus pies en el suelo, y abrió los ojos.
Lo primero que hizo fue levantar la cabeza abruptamente, y allí encontró una guillotina tan grande que sus bordes sobrepasaban toda la visión de Zeras.
Era una guillotina masiva que se cernía sobre su cuello, y había miles de runas en su cuerpo, que, aunque débiles, ponían los pelos de punta a Zeras.
Solo podía preguntarse qué destrucción sería capaz de causar una vez que la guillotina cayera sobre él. Pero por ahora, no parecía que fuera a deslizarse pronto.