—Mi tío dice —empezó el joven, ajustando su postura:
— «Vosotros, otro mundanos, sois unos egocéntricos trozos de basura, que tienen una creencia inquebrantable de que sus acciones, no importa cuán extremas sean, siempre son correctas, y nada puede cambiarlo».
—Esto sirvió como base de muchas de mis predicciones sobre tus posibles patrones de comportamiento. Y ahora, acabo de comprobar que estaba equivocada —dijo Felicie, provocando que Zeras la mirara, sus ojos llenándose de una nueva luz.
—No me extraña que algunas de tus hipótesis en esas locas notas tuyas fueran así. Estabas equivocándote desde el principio. De todos modos, tengo algo que decirte, Felicie... —Zeras dijo mientras el interés y las orejas de Felicie se levantaban.
—¿Una buena noticia para mí? Dímelo... —ella dijo alegremente, mientras los ojos de Zeras se apagaban un poco, pero continuó de todos modos.
—Bueno, ayer te vi a punto de resultar herida, y te salvé, ¿no es así? —comenzó Zeras.