—¿Tú... qué estás tratando de hacer? —preguntó Feliece con miedo. Había estado caminando por la zona, intentando encontrar algún rastro de él, pero terminó bajo la garra de los tres hombres que tenía delante.
Nunca habiendo estado en una situación así, podía ver que no tenían buenas intenciones basándose en el aura que veía flotando sobre sus cabezas.
Eventualmente, fue acorralada, y su rostro cambió cuando vio a los tres hombres desabotonándose los pantalones.
Había estado más que acostumbrada a la protección de su tío, encontrándolo a su lado cada vez que necesitaba ayuda. Pero esta vez, estaba indefensa.
No había nada más que las frías sombras de los tres hombres vulgares cubriéndola, y lo único que podía hacer era escuchar a su mero instinto.
—¡Socorro! —Su grito atravesó la noche, más lejos en la zona, casi como el de una banshee, y logró captar la atención de todos los cercanos.