—No es el mejor. Lejos de serlo —dijo Zeras encadenado, mirando a Zeras que acababa de terminar de resumir toda su risa sobre sí mismo para él.
—Aun así, diré que es mucho mejor que el tuyo —respondió Zeras, observando la figura que estaba actualmente encadenada.
¿Desde hace cuánto tiempo ha estado encadenado? ¿Cómo había manejado la soledad que viene con estar encadenado completamente solo en el fondo del océano? ¿Era eso lo que podía hacer por sí mismo? Zeras pensó para sí mismo, y el joven solo mostró su sonrisa habitual.
—He tenido días mejores... —respondió, cuando de repente volvió la vista hacia arriba, una expresión ligeramente disgustada evidente en su rostro. Y Zeras conocía la razón de eso.
—Una reunión corta es, como siempre ha sido —dijo, mientras el joven sonreía. La primera sonrisa que ha tenido en años.
—¿Puedo pedirte que hagas algo por mí? —preguntó de repente mientras Zeras levantaba una ceja.
—¿Y qué es eso?