Un arroyo flotante se alargaba hacia la distancia, pasando detrás de una montaña especialmente grande, con un pliegue que apuntaba a alcanzar el cielo mismo.
Zeras se sentó entre las dos figuras, su expresión en paz. Pacífica, esa era la razón por la que había elegido este lugar.
El silencio era muy apreciado, y la presencia de un arroyo solo hacía las cosas más acogedoras, mientras la brisa soplaba suavemente su cabello, brindándole algo de alivio en su corazón arrugado.
Este era el mejor lugar para que él practicara adecuadamente su arte, y lo primero que había elegido era practicar el Arte del Puño de las Nueve Estrellas.
Quería prestarle más atención debido a que su nombre rimaba con el Manual del Hegemón de las Nueve Estrellas.
Inmediatamente, abrió la primera página, donde había una nota introductoria.
«Un arte para el guerrero más grande del Universo de Cangu. ¡Los Herederos de las Nueve Estrellas!»