—Tch, no pude mantenerlo unido —respondió Zeras al sistema, aceptando que realmente fue su culpa. Pero pronto una sonrisa se dibujó en su rostro, sus ojos brillando con una luz especial.
«Pero ahora, ya no hay rechazo. La secta de las Diez mil transformaciones realmente tiene algo que ver con mi origen», pensó para sí mismo mientras se levantaba, alejándose de Narele Inmortal y volviendo al cuello del unicornoras.
«Muy extraño. De repente está tan calmado de nuevo. Basado en su reacción anterior, habría tenido más sentido seguir molestándome sobre el asunto. Quizás solo estaba realmente curioso sobre el tema de la divinidad», pensó ella en su cabeza mientras observaba a Zeras, quien se sentó con las piernas cruzadas en el unicornoras, su cabello blanco como la nieve ondeando rítmicamente.
—Hora de revisar mis recompensas. Activar Interfaz del Sistema —ordenó Zeras, e instantáneamente el familiar panel de notificaciones dorado apareció una vez más...