—¿Y eso por qué? —preguntó Zeras con una ceja levantada. Si hubiera una secta que él estuviera considerando elegir, sería la viril secta del Combate Divino.
Para él, derrotar a alguien con un puñetazo sonaba como una buena idea en comparación con golpear a una persona con un rayo, así que ya había decidido que eran su mejor opción...
Hasta que el sistema le pidió unirse a la secta de las Mil Transformaciones. ¿Que se uniera a una secta centrada en mujeres? ¿Por qué en el mundo haría eso?
—[¿Recuerdas la última vez que te desplomaste en el suelo y te encontraste dentro de tu espacio del alma?] —preguntó el sistema mientras Zeras asentía con la cabeza.
—Sí, lo recuerdo. ¿Y estás intentando revolver sobre mi herida una vez más, sistema? Eso es lo que haces la mayor parte del tiempo... —dijo Zeras con una expresión imperturbable.
