Justo en la cima de los picos más altos presentes en el planeta de Giaran, se podía ver el mar de agua verde extendiéndose a lo largo de toda la distancia, una vista perfecta desde tal altura.
Y en ese pico se sentaba un joven de cabellos blancos como la nieve, cuyos ojos actualmente miraban hacia el mar, sin enfocar. El silencio envolvía toda la zona mientras Zeras se sentaba y simplemente se permitía estar solo con sus emociones en ese momento.
Los recuerdos de aquellos mil cristales presentes en lo que probablemente era su espacio del alma, y la figura de aquel enorme dragón que estaba atado por esas enormes cadenas.
Podía sentir su monumental desdén hacia él, y abrió sus ojos de caos con solo una palabra. Pero lo que realmente resonaba en la cabeza de Zeras eran aquellas palabras que él había mencionado.