—Takamahagara... —Las palabras resonaban a través del salón cavernoso donde se encontraban de pie dos figuras.
Una sosteniendo una vara ardiente iluminada con llamas verdes, mientras el otro estaba detrás de él, mirando las diversas inscripciones e imágenes dibujadas en la pared de la cueva iluminada por Audrey.
Habían descendido continuamente a través de un pozo en el área más lejana del palacio, luego caminaron durante tres horas bajo tierra, pasando por varios cerrojos ocultos antes de finalmente llegar a la cueva.
—Takamahagara... —reflexionaba en voz alta Zeras—. Ahora que lo mencionaba, solo ahora encontraba esa palabra más que familiar.
—Cuando Takamahagara se formó, era un cosmos que dio nacimiento a los suyos propios. El número de su primera creación era limitado, y aquellos que fueron creados por Takamahagara eran conocidos como dioses.