—¡¿Qué demonios?! —Todos en la habitación gritaron sorprendidos mientras Zeras finalmente se ponía de pie recto desde el suelo. Con una altura de 1,9 metros, sobresalía sobre casi todos los presentes en la nave.
—Gasps... —El suspiro vino de nadie más que de la Princesa Senna, mientras los ojos de los alienígenas se abrían de par en par en shock mientras miraban a Zeras. Nunca habían visto tal alienígena antes en sus vidas, pero lo que era aún más impactante era lo devastadoramente guapo que era. Era el macho más guapo que jamás habían visto en sus vidas.
La Princesa Senna simplemente se quedó parada en donde estaba, su rostro tornándose rosa con cada segundo que pasaba, pero al mismo tiempo, su corazón casi saltaba de su pecho al mirar esas venas rojas presentes en los ojos del alienígena. Desde ahí, podía sentir la intención de matar más pura que jamás había visto, incluso peor que las bestias con las que su padre solía obligarla a luchar en el campo de entrenamiento.