—La enorme tormenta verde y furiosa alcanzó hasta el mismísimo cielo, amenazando con tragarse al mundo entero. Y en los ojos de la tormenta no había otro que el ardiente Roaryie, cuyos seis ojos parpadeaban intensamente mientras se lanzaba hacia la dirección de la que había sido enviado volando.
—¿Cuántos años? ¿Cuántos años han pasado desde que alguien se atrevió a golpearlo en la cara? —Su cerebro, que podría leer todos los libros de la Tierra sin siquiera llenarse un cuarto, ni siquiera podía procesar ese hecho.
—Su corazón se encendió en llamas mientras aumentaba su velocidad locamente, maldecía en su mente.
—Solo rezo para que nunca huyas. Solo rezo para que te quedes detrás... —Roaryie reflexionaba, pero una expresión de sorpresa apareció en su rostro cuando sintió el meteoro rojo llameante acercándose rápidamente hacia él a una velocidad increíble.