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—Lo siento, Señor... —respondió Zeras mientras los ojos de la Sra. Solira salían disparados con aún más rojo y los dos hombres detrás de ella casi se les salían los ojos de las órbitas.
—¿Señor? ¿Acababa el basurero andante frente a ella de llamarla hombre...?
—De todos modos, Sra. Solira. ¿Realmente se ve diferente hoy? —Zeras dijo, con sus ojos brillando en una falsa sorpresa e incredulidad.
—Oh, ¿diferente? ¿De qué manera? —preguntó la Sra. Solira sorprendida, su voz dándole a Zeras la ilusión de que ahora había un nuevo corazón puesto en su cabeza.