—Llévatelo, llévatelo y vete... —La voz masculina retumbó hacia él desde la oscuridad mientras su corazón comenzaba a latir aceleradamente en su pecho.
—Que me maldigan por toda la eternidad si no luché a tu lado, mi señor...
—No, Yamara. Llévalo lejos, a un lugar muy lejano. Eso me será más bendito que si lucharas mil batallas a mi lado... —La voz masculina retumbó una vez más, y Zeras pudo oírla, el sonido de sollozos amortiguados y uñas clavándose en la carne.
—¿Cuántas veces hemos luchado juntos en batallas, cuántas bebidas hemos compartido, cuántas puñaladas hemos recibido...?
—No hay número que pueda contarlas todas, mi señor...
—Y no teníamos ninguna debilidad. Pero ahora tengo una debilidad y esa es él. Con él aquí, no podré desatar todo mi poder. Tienes que llevarlo a un lugar seguro... —La voz masculina dijo en voz alta.
—Entonces, prometo esto con mi vida, ni un solo pelo, ni siquiera un solo pelo de su cabeza será dañado...