Zeras se arrastró a través de la completa oscuridad, el horrible hedor y el agua sucia de las alcantarillas asaltando su nariz, pero continuó de todas formas. Había soportado cosas mucho peores. Según calculaba la distancia que había recorrido, Zeras podía decir que ya debía estar bajo la Sala del Museo. Ahora todo lo que necesitaba era algún tipo de apertura que le permitiera pasar al exterior.
Y no tuvo que esperar mucho, pronto Zeras encontró una y sus oídos se inclinaron hacia la placa metálica intentando captar algún signo de sonido. Inmediatamente pudo escuchar el sonido de los pasos en cuanto puso la oreja y por la forma en que se movían, podía decir que eran un total de dos guardias, pero lentamente los guardias se alejaron y de inmediato, las manos de Zera empujaron la tapa metálica y salió inmediatamente del agujero.