La larga mesa presente en el comedor estaba llena de cientos y cientos de diferentes platos y justo en la mesa no había otros que tres figuras: Quinn, Atherston y Savita, la madre de Quinn.
El silencio en la mesa era desesperante mientras la pequeña familia de tres se miraba entre sí, con la mirada de Quinn ampliándose con disgusto al ver a Atherston, quien hacía su mejor esfuerzo por mirar la comida que estaba comiendo mientras se suavizaba al ver a Savita, quien tenía una gran sonrisa en su rostro.
—Vale, vale. Sabía que hice mal, ok. Pero miren el lado positivo, la familia entera hasta el fin de la eternidad nunca tendrá que preocuparse por Horora. A partir de ahora no habrá muertes innecesarias en la familia. Estoy seguro de que nuestros ancestros están mirando desde su lugar y sonriendo ante mis buenas acciones —dijo Atherston antes de ser interrumpido por un fuerte resoplido lleno de desprecio apocalíptico.