En las frías y oscuras aguas de Atlantis, se podía ver a un gigantesco organismo acuático en forma de un enorme pulpo moviéndose por el agua a una velocidad superior al triple de la velocidad del sonido.
Si se miraba más de cerca al pulpo, se notaría que arrastraba detrás de sí un carruaje de color dorado, el cual estaba cubierto por una extraña barrera azul que evitaba el retroceso en aquellos dentro del carruaje por moverse con tanta velocidad.
En el carruaje...
Zeras se sentaba frente al hombre, con su nuevo y gigantesco tridente de plata descansando sobre su regazo.
—Entonces, ¿quieres contarme qué le pasó a Dyvan entonces? —preguntó Zeras, puesto que habían estado moviéndose en el carruaje por más de dos horas ya, y el silencio lo estaba matando.
El anciano tomó una profunda respiración mientras miraba hacia afuera del carruaje sin mirar a Zeras a los ojos. Aunque solo estaba observando las frías y oscuras aguas.