—Al menos, sé gentil... —Zeras rugió mientras aterrizaba suavemente sobre sus pies. Si no fuera por sus rápidos reflejos, habría terminado besando la fría y oscura pared.
—Son unos bastardos bastante locos y orgullosos, ¿no es así? —La voz llegó a Zeras desde detrás y Zeras respondió al instante.
—Tch, realmente son malditos bastardos...
—Y te hacen sentir ganas de clavarles un cuchillo en el cuello, ¿verdad?
—Das en el clavo. Tengo ganas de llevar una hoja y marcarlos como a una tribu... —Zeras rugió en acuerdo, pero su rostro cayó cuando finalmente recobró la conciencia y se volvió hacia atrás.
Y allí estaba su interlocutor.
—Un hombre viejo y enjuto, con barba y cabello espeso. Sus ojos eran completamente rojos sangre, y de ellos, Zeras podía sentir una cantidad increíble de intención de matar y una sed de venganza que no podía ocultarse.
—¿Quién eres? —Zeras preguntó con recelo.