Levantando sus manos hacia el cielo, Zeras cerró los ojos mientras liberaba la última habilidad presente en su arsenal.
Sabía bien que su mejor apuesta era simplemente usar su transformación definitiva, que era su propio auge de poder, pero también sabía que con la cantidad de energía que le quedaba dentro, no podría activar ni una sola transformación y si lo hiciera, solo podría sostenerla por probablemente diez segundos, algo que sabía bien que Adrián destrozaría en una fracción de ese tiempo.
Ahora, lo único que le quedaba en su arsenal era el último remanente de la habilidad que tenía con él. Su Maná Caótico. Era algo que a su máximo potencial podría desgarrar incluso estrellas, pero sabía bien que aún no había alcanzado esa etapa. Pero al menos podía intentarlo.