—Señor Vendedor... ¿está seguro de que este es el ítem que desea? Tenemos objetos mejores que ofrecer, y no estoy seguro de que esto se ajuste a su... estilo.
Cuando Aldred dijo esto, Rey echó otra mirada al ítem que reposaba en su palma.
El objeto encantado que Rey había obtenido era un anillo. Tenía una superficie blanca pura, con un cristal de ámbar engarzado en la parte superior.
El resplandor del ámbar le recordaba a Alicia, fue entonces cuando recordó un gran error que había cometido.
—¡Me olvidé completamente de ella!
Ambos se habían intercambiado miradas y sonrisas innumerables veces esa mañana, por lo que quizás ella esperaba que pasaran tiempo juntos.
—¡Mi mente estaba tan saturada que ni siquiera la recordé! —Rey había pensado en pánico.
Fue entonces cuando decidió tomar la elección más irracional—pero emocionalmente satisfactoria.
—No es... para mí —respondió Rey a Aldred con un tono fugaz.