—SASHA
El corazón de Sasha se expandió hasta que pensó que podría llenar la habitación. Olvidando por completo la pistola en su sien, o cualquier otra cosa, Sasha emitió un pequeño grito y se apresuró hacia adelante, inclinándose sobre el lateral bajado de la cuna para meterse y levantarlo en brazos. Solo había sostenido a bebés unas pocas veces en su vida, pero sabía lo suficiente como para apoyar su cabeza y subirlo hasta el hueco de su brazo.
—Bebé, mi dulce niño —respiró ella.
Lo primero que notó fue su olor. Como a leche y piel recién bañada.
Él era mucho más grande que la muñeca que había tenido, y Sasha lo abrazaba con sus brazos. Cuando lo levantó, sus párpados parpadearon y sus pequeños ojos se abrieron, entrecerrándose, y emitió un pequeño graznido de indignación.
—Oh, bebé, mi dulce bebé —canturreó Sasha, y en el momento que habló, él abrió sus ojos de par en par y la miró fijamente.
Realmente la miró fijamente.