—Sasha... —Zev sacudió su brazo, y ella parpadeó y se despertó con la sensación de que apenas había dormido—. Es hora de que nos vayamos.
Era una de las voces más tranquilas que le había escuchado, pero como siempre, algo en su tono hacía que su corazón se acelerara y bombease adrenalina a lo largo de todo su cuerpo, preparándola para la carrera, para el escape, para... lo que fuera que les esperase.
—Está bien —se incorporó con un susurro y se estiró.
No había pasado una noche que ella no se preocupase por que hubiera humanos acercándose en la oscuridad. Pero, con cada día que pasaba, con cada noche que las luces y ruidos de las patrullas se apagaban o se alejaban más y más, había empezado a relajarse y hasta a descansar.
Zev sintió el cambio en ella y sabía que ahora que la tensión había desaparecido, necesitarían otra razón para mantenerse alerta, para no dejar que los humanos les sorprendiesen si decidían volver.