—Dejen de acosarlo —dijo en voz baja.
Sabía que la habían oído, pero no estaba segura del nivel de autoridad que ejercía sobre las Quimeras que no vivían en los Clanes. Pero le dio una mirada directa a los ojos de Ernie—aunque le hizo estremecerse, y al hombre con hocico de cerdo, también. Ambos tomaron su tiempo para retroceder, pero lo hicieron a medida que los demás se calmaban.
El pecho de Nick subía y bajaba con rapidez, pero ella se interpuso entre él y las criaturas y lo forzó a mirarla. Darle la espalda a Ernie quizás fue lo más valiente que había hecho jamás, pero se sentía reconfortada por el hecho de que él se había retirado cuando se lo pidió.
Tragando duro, forzó a Nick a encontrarse con su mirada y habló quietamente para él.
—Si te liberan y corres, nuestros amigos aquí presentes no podrán... contener sus instintos. Así que mi consejo es que, no importa cuán mojados estén tus pantalones, te quedes aquí y termines nuestra conversación —dijo.