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—Zev no estaba seguro de cuánto tiempo permanecieron allí, envueltos el uno en el otro, vibrando de amor y los efectos de sus orgasmos. Pero eventualmente dejaron de besarse y Sasha apoyó su cabeza en el hueco donde su mandíbula encontraba su cuello. Ninguno de los dos habló.
Zev se sentía saciado, feliz y completamente exhausto.
Pero eventualmente el frío comenzó a filtrarse a través de su piel. Y aunque sentía que estaba bien, le preocupaba que Sasha pudiera tener frío. Así que levantó su cabeza y la besó suavemente. —Creo que deberíamos volver a la cueva y echarnos una siesta, o algo así.
Ella inclinó su cabeza y levantó una ceja. —¿Ya?
Él soltó un resoplido. —Me refería a una siesta de verdad. Esa es la festividad post-siesta. Te estás adelantando.
Sasha suspiró pero se sentó de nuevo, atrayendo la chaqueta sobre sus piernas, y luego parpadeó. —Dios mío, estás medio desnudo, ¡debes estar congelándote!