—No podía soltarla. El sabor de Sasha en su lengua provocaba que su sangre ardiera en llamas, y el fuego rugía directamente hacia ese punto, ese pedazo en su corazón donde el vínculo se había establecido, volteando y girando, girando como una peonza y expandiéndose, buscando esa parte de Sasha que había sido reemplazada por él.
Era como si sus almas giraran, se reconocieran, se saludaran y se acogieran mutuamente. Como si sus corazones danzaran, sujetándose el uno al otro, girando juntos, retorciéndose y revoloteando dentro de ellos, cada vez más rápido. Pero siempre juntos.
Aullidos y llamadas escapaban de su garganta con tal abandono que no podía formar palabras. Pero su boca estaba llena de ella de todos modos. Y Sasha, incoherente de placer, sollozaba, gritando, lamentándose, sus voces enroscándose en el aire a su alrededor, tal como sus corazones lo estaban dentro de ellos.
Más rápido. Más rápido.
Incapaz de retirar su boca de ella, Zev habló en su cabeza.