—¿Estás listo? —le preguntó Dunken en voz baja.
Zev asintió, con los ojos aún fijos en Sasha, quien tampoco parecía capaz de apartar la mirada de él. Su corazón latía fuerte, a punto de salírsele del pecho, su pulso retumbaba en su piel hasta que le dolían las costillas. Pero no cambiaría ese momento por nada del mundo.
Ella parecía un ángel, flotando desde el bosque para encontrarlo con la mirada. Y cuando ella comenzó a examinar su cuerpo... Mierda. Sentía sus ojos como si lo estuviera tocando.
Por todas partes.
—Controla ese impulso, chico —dijo Dunken en voz baja, con una sonrisa en su tono—. Primero tenemos algunas cosas que hacer.
—Que intenten quitármela —gruñó Zev, imaginándose tomando a Sasha en brazos y corriendo fuera del claro con ella, llevándola a la cueva y arrancándole ese vestido... con sus dientes.