—Sasha se arrodilló entre sus rodillas, sentada sobre sus talones, mirándolo en la oscuridad, su rostro preocupado y tenso. —¿Zev?
—Estoy despierto. De verdad. Lo siento. No quería asustarte.
—Me preocupa más que tú mismo estés asustado.
—Fue solo una pesadilla —dijo avergonzado e intentó sonreír, pero ella negó con la cabeza.
—Eso fue más que un sueño, Zev. Estabas gritando.
—Lo siento.
—No —Sasha rodó los ojos—. No te disculpes. Cuéntame qué era. Desahógate. Dijiste que iba a matarme. ¿Quién? ¿Hablabas de esos tipos de los que escapamos cuando me encontraste?
Zev tragó y extendió la mano para apartar su pelo detrás de su oreja. Ella puso una mano en su brazo, agarrándolo, acariciándolo. Ella intentaba consolarlo, él se dio cuenta, y se odió a sí mismo por asustarla.
—¿Zev? —preguntó ella un momento después cuando él no había respondido.