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Esther, que había estado mirando fijamente a Belcebú, no sabía cuánto tiempo había estado observándolo. Sus ojos continuaban deteniéndose en el par rojo de sus ojos mientras ella comparaba el par de ojos con una joya. Al darse cuenta de que había mirado más de lo necesario, desvió la mirada. Sus labios se fruncieron mientras Belcebú seguía sujetando sus dedos, como si esperara su respuesta.
Justo cuando sus labios sellados se abrieron, un aliento no pudo escapar mientras la risa resonaba detrás de ellos.