—Si tengo alas, ¿serían como las tuyas? —preguntó Elisa mientras viajaban a pie.
—Tus alas deben lucir mejor que las mías, confío en eso. Te dije que tengo cuatro alas en total, pero las tuyas, puedo garantizarte que tendrás más que eso —tarareó Ian en respuesta, el cielo sombrío le quedaba de alguna manera, haciéndolo más oscuro y más aterrador como si perteneciera aquí, a diferencia de ella.
—No creo que todas quepan en mi espalda —Elisa pensó en ello seriamente con el ceño fruncido.
—No, puedo decir que seis de tus alas cabrán en tu espalda porque, aunque eres esbelta, tienes un amplio rango de lugares para que yo bese —susurró Ian contra sus oídos, guiñando un ojo mientras sentía que las mejillas de Elisa se tornaban más brillantes en el color rosa—. Hablando de mis alas. ¿Recuerdas que te dije que mis alas fueron quemadas por fuego verde?