El mareo atacó la cabeza de Elisa y, de repente, vio el mundo frente a sus ojos bailar ante ella. Antes de que se diera cuenta, Ian la había atrapado con su brazo. Un profundo ceño fruncido en su frente mientras Elisa intentaba ajustar su visión borrosa.
Al mirar a Ian, Elisa sacudió la cabeza para dispersar el mareo.
—No ahora —susurró Ian, preocupación en su voz al ver a Elisa exhausta otra vez—. Estás cansada, intentémoslo otra vez la próxima vez y no ahora.
—No sabía que me sentía cansada —respondió Elisa sinceramente—. Me sentía bien.
Vio a Ian sacar su pañuelo para limpiar la palma de su mano de la sangre y presionó la tela con cuidado bajo su nariz.
—Tal vez es porque nunca pensaste en sentirte exhausta, por eso no sabías que te sentías cansada. Tu habilidad debe haberse gastado al venir a mi pasado y ver mi memoria —Ian la acostó en la cama, pero Elisa sacudió la cabeza—. Deberías descansar. Yo puedo ir y encontrar a ese bastardo llamado Emmett.