—Tienes la costumbre de hacerme esperar. ¿Te divierte provocarme, Elisa? —La voz de Ian era en broma, pero si Elisa tuviera que adivinar qué había debajo de su voz, sería el anhelo oculto que le hacía cosquillas en el corazón.
Elisa observó la puerta al abrirse, cruzando su mirada con la de Ian que parecía haberla estado esperando. Su cabello caía flojo sobre su frente, las puntas de su cabello estaban húmedas, posiblemente porque acababa de tomar un baño, lo que Elisa podría decir por el suave aroma a jabón que emanaba de él.
Al caer la noche, la ropa elegante que Ian había llevado para el día de su boda había sido reemplazada por la túnica negra. El cinturón de terciopelo atado flojamente alrededor de su cintura, no lo suficientemente apretado como para esconder su musculatura pectoral lisa.
—¿Hm, Elisa? —La voz de Ian volvió a hablar, vibrando profundamente en su pecho, haciendo que ella tragara ya que su corazón se deslizaba y tartamudeaba en su pecho.