Esther estaba abrumada. Sabía y podía notar las dudas en los ojos del Señor y en los de los otros Demonios. Con la duda, lo que menos esperaba era que la invitaran a su casa. Poniendo una sonrisa, Esther negó con la cabeza —Por favor, no se molesten. Soy una chica de un pueblo que disfruta viviendo en el pueblo. Creo que me abrumaría con ansiedad si tuviera que dormir en la casa de otros.