Elisa se movió del lugar y cuando caminaba, sus zapatos se detuvieron al ver a su tía que había quedado quemada hasta quedar crujiente y negra, la mayor parte de su cuerpo se había vuelto similar al carbón, lo cual de alguna manera era más fácil de mirar que si estuviese cortada por la mitad, pensó Elisa. No miró durante mucho tiempo ya que era espeluznante ver un cadáver.
Cuando giró la cabeza, Ian tomó sus manos. Captando su atención, luego le sonrió:
—No la mires por mucho tiempo, solo arruinará tu apetito para la noche.
Elisa miró el cielo que se había tornado anaranjado para indicar cuántas horas habían pasado desde que llegó al pueblo por primera vez:
—No creo tener apetito ahora.
—Encontraremos una solución más tarde —respondió Ian, pareciendo tener algo en mente que podría ayudarla a recuperar su apetito—. Incluso puedo cocinar para ti, lo cual estoy seguro te encantará.